El calentamiento global hace imperativo que en las próximas décadas debamos bloquear miles de millones de toneladas de dióxido de carbono para contrarrestar sus efectos. Una forma inteligente de hacerlo es almacenar el CO₂ en nuestras edificaciones, atrapándolo en los materiales con los que las construimos. En este sentido, la Universidad Davis de California y la Universidad de Stanford han unido esfuerzos en un estudio que señala cómo el cemento verde puede ayudar en la descarbonización.
¿Qué es el efecto invernadero producido por el CO₂?
Aunque en tiempos recientes el CO₂ se ha posicionado como un villano, el dióxido de carbono ha tenido siempre vital importancia en la regulación de la temperatura en nuestro planeta Tierra. Junto a otros gases presentes en la atmósfera terrestre, actúa atrapando parte del calor emitido por el Sol, evitando que se escape al espacio. Este fenómeno se conoce como efecto invernadero y es esencial para mantener a nuestro planeta a una temperatura habitable.
El problema del calentamiento global surgió cuando, debido a la actividad humana, la concentración de CO₂ en la atmósfera aumentó de manera descontrolada. Como resultado, la atmósfera ahora retiene más calor, lo que provoca un aumento de la temperatura global y el cambio climático.
Hay procesos naturales que retiran el CO₂ en estado gaseoso presente en la atmósfera y los transforman en compuestos orgánicos e inorgánicos. Por ejemplo, la fotosíntesis permite a las plantas convertir el dióxido de carbono y el agua en celulosa, que es el componente principal de la madera. Así, la fotosíntesis permite fijar el CO₂ de la atmósfera en bosques y pastizales, disminuyendo el efecto invernadero.
El cemento verde podría ayudar a fijar el dióxido de carbono
Entre las variadas propuestas que existen para abordar el calentamiento global, algunas se basan en aumentar la fijación o secuestro del CO₂. Estas se basan en tomar dióxido de carbono, ya sea de donde se produce o de la atmósfera, y convertirlo en una forma estable. Y luego, almacenarlo donde no puede contribuir al cambio climático.
El problema con el secuestro de CO₂ es que implica disponer de miles de millones de toneladas de materiales. Por ejemplo, se ha planteado enterrar el dióxido de carbono bajo tierra o almacenarlo en lo profundo de los océanos. Lamentablemente, ambas opciones representan grandes retos desde el punto de vista medioambiental y logístico.
Por su parte, las universidades de Davis y Stanford han publicado en la prestigiosa revista Science un estudio que muestra la factibilidad de almacenar el CO₂ secuestrado en nuestras edificaciones. En particular, el empleo del dióxido fijado junto al cemento para crear el llamado cemento verde representa una estupenda alternativa.
Según dicho estudio, el potencial anual de almacenamiento de CO₂ en los materiales de construcción es de hasta 17 mil millones de toneladas por año. Para ponerlo en contexto, dicha cantidad representa alrededor del 50% de las emisiones generadas por los humanos en 2021.
Los plásticos de origen biológico son los que ofrecen el mayor potencial de almacenamiento de CO₂ por kilogramo de material, aunque la realidad es que son de uso restringido en la construcción. Inversamente, los agregados para el cemento tienen un potencial de almacenamiento bajo; sin embargo, debido a la escala sustancial de la demanda global, presentan el mayor potencial total.
Las materias primas para estos novedosos procesos para la elaboración de materiales de construcción son, en su mayoría, materiales de desecho de bajo valor. Por ejemplo, destacan los agregados a base de carbonato, fabricados a partir de la biomasa de los desechos. También la incorporación en la fabricación de cemento del biocarbón, generado a partir de la pirólisis de la biomasa.