La búsqueda de nuevas fuentes de energía limpias y renovables nos lleva a fronteras que resultaban inimaginables hace unos pocos años: el uso de organismos vivos. Por ejemplo, la nueva frontera de la bioenergía se enfoca en el empleo de plantas que generan electricidad, una alternativa que resulta extremadamente atractiva. Pero, ¿es ello factible o simplemente se trata del sueño de un grupo de científicos ecologistas? En este artículo intentaremos dar respuesta a esa interrogante.
Como es bien sabido, las plantas, a través de la fotosíntesis, transforman materia inerte en componentes orgánicos. Parte de esos componentes no son empleados directamente por las plantas, y son liberados al suelo a través de las raíces. En el suelo habitan bacterias que se alimentan del excedente liberado, proceso que los transforma en otros compuestos, algunos de ellos requeridos por las plantas. Como se puede ver, la iteración entre las plantas y las bacterias es un ejemplo magistral de una simbiosis: ¡una relación ganar-ganar!
Ahora bien, una magia que ocurre en el proceso de descomposición es que se liberan electrones, que son la semilla de la electricidad. Con las condiciones apropiadas, podemos hacer que dichos electrones fluyan, generando así electricidad. ¡Voilà!, casi por arte de magia hemos transformado una planta en una pequeña batería.
¿Qué tan factible es la nueva frontera de la bioenergía?
Hasta ahora todo suena muy bien, pero sabemos que cuando algo parece demasiado bueno hay que tomarlo con mucha cautela. La verdad es que esta tecnología aún está en sus primeras etapas y, si bien ya hay algunos resultados prometedores, su rendimiento aún no la hace económicamente viable.
El principal obstáculo que se presenta en las etapas iniciales de esta tecnología es que se requiere un suelo extremadamente húmedo. La saturación del suelo es necesaria para permitir el adecuado flujo de los electrones liberados por las bacterias. Por ello, esta tecnología solo podría aplicarse en gran escala en humedales o terrenos acondicionados para el cultivo de arroz o caña de azúcar.
Otra desventaja que actualmente presenta la tecnología bioenergía planta-suelo es su alto costo de instalación. Si bien las plantas y el suelo son en la práctica gratuitos, los electrodos, conductores y baterías requeridos tienen un alto coste. Algunos expertos han estimado un costo de 60 euros por metro cuadrado, un precio muy elevado en comparación con la cantidad de electricidad que esta tecnología puede generar. Para referencia, el metro cuadrado de instalación de los paneles solares es de alrededor de 55 euros, pero esta tecnología tiene mucha mayor capacidad de producción que la bioingeniería planta-suelo.
Pero que una tecnología no sea económicamente viable en el presente no implica que no lo sea en un futuro cercano. Para muestra, un botón: en la década de 1980 se pensaba inviable la masificación de la tecnología de la telefonía móvil, a pesar de ya existir varias patentes de móviles. Y dos décadas después, se masificó su uso en muchos países.
Ejemplos de plantas que generan electricidad
Por ello, vale la pena analizar varios proyectos precursores que actualmente están usando esta nueva frontera de la bioenergía.
- Hay empresas que están desarrollando sistemas para generar electricidad a partir de plantas en humedales artificiales. Estos sistemas podrían utilizarse para depurar aguas residuales y, al mismo tiempo, generar energía.
- Se están investigando aplicaciones en la agricultura, donde se podrían utilizar plantas para alimentar sensores que monitorizan el estado de los cultivos. O incluso en entornos urbanos, donde se podrían crear jardines verticales que generen electricidad para iluminar espacios públicos.
- En Nuevo Saposoa, Perú, hay una comunidad indígena donde se emplea un dispositivo llamado Plantalámpara, que aprovecha la bioingeniería planta-suelo.
Con la investigación y el desarrollo adecuados, podríamos ver cómo esta nueva frontera de la bioenergía se convierte en una realidad en los próximos años. Eso sí, aún hay retos que superar, como la eficiencia de los sistemas y el coste de producción.
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