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Home Economía

Economía del litio en Latinoamérica: ¿beneficio o dependencia?

by Pedro Acosta
15 de septiembre de 2025
in Economía
Economía del litio en Latinoamérica

Dicen que es el oro blanco. Y viendo los precios, ¿quién podría dudarlo? El litio, ese metal alquímico que alimenta nuestras vidas (y sobre todo nuestras baterías), se ha convertido en la gran promesa para la economía del litio en Latinoamérica. Pero uno no puede evitar preguntarse… ¿Estamos ante la gallina de los huevos de oro o simplemente repitiendo el viejo guion de siempre?

El triángulo del litio. Suena casi a película de espías, pero no, es la cruda realidad geológica. Argentina, Bolivia y Chile atesoran más del 60% de las reservas mundiales. Un tesoro bajo el salar. Allí, en el altiplano, donde la tierra parece de otro planeta, se libra la batalla silenciosa por la transición energética. Y nuestras economías, ávidas de divisas, miran el negocio con una mezcla de esperanza y… bueno, un déjà vu preocupante. Por ejemplo, el salar de Uyuni, en Potosí, Bolivia, la postal es surrealista: un mar blanco e infinito. Pero detrás de la belleza, la misma pelea de siempre. Comunidades locales que ven pasar los camiones, que sienten el agua escasear, y que se preguntan para quién es realmente el progreso.

No es solo extraerlo. El meollo del asunto está en quedarse con una porción mayor de la torta. Exportar la roca (o más bien la salmuera) es una cosa. Pero dominar toda la cadena, hasta la batería terminada… eso ya es harina de otro costal.

Economía del litio en Latinoamérica

México lo intentó con la nacionalización. Chile con un modelo mixto que, como todo en la vida, tiene sus fervientes defensores y sus críticos acérrimos. Bolivia, con sus vaivenes políticos, ha pasado de la euforia estatista a la puerta abierta a privados. Es un baile complicado, porque el mundo no espera. La demanda está aquí, ahora. Y la presión por bajar costos es brutal.

Ahí está el dilema. ¿Apostamos por rápido, firmar con las grandes corporaciones y llenar las arcas? O jugamos a largo plazo, arriesgándonos a que el mercado dé un vuelco. Porque la tecnología avanza a una velocidad de vértigo. Ya se investigan alternativas al ion de litio: baterías de estado sólido, sodio… ¿Qué pasa si en diez años el “oro blanco” vale lo que el yeso? Nos quedaríamos con un puñado de cráteres en el desierto y poco más. Como pasó con el caucho, el estaño… la lista es larga y deprimente.

No todo es pesimismo en la economía del litio en Latinoamérica. Hay casos que ilusionan. Como esa fábrica de cátodos en algún lugar de Jujuy, o los acuerdos que incluyen transferencia tecnológica. Pequeñas victorias que apuntan a una industrialización real. A no ser meros exportadores de materia prima. Esa debería ser la obsesión. Porque el valor está en el conocimiento, no en cavar hoyos.

Pero el fantasma de la “enfermedad holandesa” planea sobre todo. Una bonanza minera que aprecie la moneda local y termine por matar a otros sectores productivos. ¿De qué nos sirve tener un sector minero pujante si ahoga a la agricultura o a la incipiente industria tecnológica? La economía se vuelve frágil, dependiente de un solo commodity. Y ya sabemos cómo terminan esas historias cuando los precios globales estornudan.

Al final, la pregunta no es si la economía del litio en Latinoamérica es una bendición o una maldición. Esa es demasiado simple. La cuestión real es si tenemos la astucia política, la visión de futuro y la fortaleza institucional para evitar los errores del pasado. Para que esta vez sea diferente. Para que la riqueza no se evapore en corrupción y promesas rotas, sino que se transforme en desarrollo genuino.

El mundo clama por un futuro verde, y nosotros tenemos una llave maestra en el subsuelo. El tiempo apremia. La oportunidad está ahí, tangible como una piedra… pero tan escurridiza como el agua en el salar. ¿Aprovecharemos el momento, o simplemente seremos los peones de un juego que otros dirigen?

Imagen propia

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