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Home Ciencia

Fusión nuclear por confinamiento inercial

¿Cuánto falta para la red eléctrica?

by Pedro Acosta
23 de septiembre de 2025
in Ciencia
Fusión nuclear por confinamiento inercial

Imagina poder empaquetar una estrella en una cámara del tamaño de un dedal. Y luego encenderla, solo un instante, para robarle su energía. Suena a ciencia ficción de la buena, ¿verdad? Pues es el principio básico de la fusión nuclear por confinamiento inercial.

La idea es tan sencilla como desquiciada: disparar unos láseres bestiales sobre una porción de combustible más pequeña que un grano de pimienta. La explosión resultante, si se hace con una precisión absurdamente perfecta, comprime el material hasta alcanzar las condiciones del núcleo de una estrella. Durante una milmillonésima de segundo, se crea un sol en miniatura.

Funciona, de eso no hay duda. Los avances en los últimos años han sido, sin exagerar, históricos. El laboratorio nacional Lawrence Livermore en California, con su instalación NIF, lo ha demostrado. Han logrado ya varias veces la ansiada ignición, que es como llaman al momento mágico en el que la reacción libera más energía que la que depositaron los láseres. Un hito monumental. (Aunque, seamos justos, la energía para encender esos láseres fue muchísimo mayor, ese es el truco contable que todos miran con lupa).

Retos de la fusión nuclear por confinamiento inercial

Pero claro, de ahí a enchufar el tostador a una estrella en una caja hay un trecho. Inmenso. La fusión nuclear por confinamiento inercial asemeja un deporte de alta precisión. Cualquier imperfección en la cápsula esférica que alberga el combustible, cualquier desviación ínfima en la sincronización de los haces de láser, y la implosión se vuelve asimétrica. Se arruina. Y en lugar de una fusión ordenada obtienes una mini-explosión desordenada. Y se habría gastado una fortuna en electricidad para nada.

Ahora mismo el verdadero quebradero de cabeza no es la física, sino la ingeniería. Una cosa es lograr que funcione una vez, disparando todos los láseres de un continente, y otra muy distinta es diseñar una máquina que repita esto diez veces por segundo. De forma constante, fiable y, oye, que no se autodestruya en el proceso. El desgaste de los componentes, la fabricación en cadena de esas minúsculas cápsulas perfectas, la gestión del calor infernal… problemas colosales. La promesa de energía limpia e ilimitada choca de frente con la tozudez de los materiales y la economía.

Hace años Europa tenía su propio caballo en esta carrera, el proyecto HIPER. Sonaba genial, una estrategia más elegante que la del NIF. Pero se quedó en papel mojado. Política, falta de fondos, la crisis. La desconfianza es comprensible. Llevamos toda la vida escuchando que la fusión está a cincuenta años de distancia. Y siempre lo estará.

Sin embargo, algo ha cambiado a favor de la fusión nuclear. Ya no es solo cosa de gobiernos con presupuestos astronómicos y plazos indefinidos. La irrupción de empresas privadas le ha dado una sacudida a todo esto. Startups como Marvel Fusion o First Light Fusion apuestan por enfoques radicalmente distintos, más ágiles. Prometen soluciones ingeniosas para saltarse algunos de los obstáculos más peliagudos.

El objetivo de estos emprendimiento ya no es solo probar la ciencia, es vender electricidad. Es usarla para alimentar una red eléctrica. Y han convencido a inversores con bolsillos muy, muy profundos. El sueño de la energía de las estrellas se ha mercantilizado.

¿Es para bien? Quién sabe. La urgencia por llegar primero a la meta podría llevar a atajos peligrosos. O podría ser el empujón que necesitábamos. La competencia suele acelerar las cosas, aunque en este caso particular, pudieses significar accidentes no deseados.

Entonces, ¿cuándo veremos esta tecnología alimentando la red eléctrica? Las predicciones más optimistas (generalmente de quienes buscan financiación) hablan de prototipos en la década de 2030. Los más escépticos, y probablemente más realistas, apuntan a que no será antes de mediados de siglo…  y si acaso se logra. El camino de la fusión nuclear por confinamiento inercial está lleno de promesas rotas y de avances que se estrellan contra la realidad de la física de lo muy muy pequeño y lo muy muy caliente.

La pregunta actual no es tanto si podemos recrear el sol en un laboratorio; eso ya lo estamos haciendo. Es si seremos capaces de construir una jaula para ese sol en miniatura que no se derrita, que aguante disparo tras disparo, y que al final salga más barato que simplemente poner otro panel solar en el tejado. La apuesta es tan grande que casi da vértigo.

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