Imagina la escena: un día horrible en la oficina, estrés y pocas ganas de hacer nada. Pues bien, en este día, las palabras Grounding o Earthing (como también se conoce) pueden hacer mucho por ti. Cambiemos tus zapatos y calcetines por el simple roce de tu piel con la tierra. Esto es precisamente lo que significan estas conocidas palabras.
¿Qué es exactamente la práctica del Grounding o Earthing?
Consiste en caminar, caminar descalzo totalmente sobre la tierra, la arena o la hierba. ¿El objetivo? Conectar con Gaia. Conectar nuestro cuerpo con la propia energía de la
Tierra (que sí, la tiene). Mediante esta ancestral conexión se consigue algo casi mágico: equilibrar la carga energética y así, mejorar la salud reduciendo el temible cortisol que causa estrés.
Es una práctica muy sencilla y su idea es que, los seres vivos, como seres eléctricos que somos, absorbemos y emitimos energía. Es decir, somos una especie de antena que interactúa con el medio.
Su principio se basa en que la Tierra tiene una carga eléctrica totalmente natural. Cuando entramos en contacto con ella, se transmite al cuerpo. Así, en medio de esa fusión y transferencia se equilibran los iones positivos y iones negativos. Esenciales para que el organismo funcione bien.
¿Qué pasa con los iones desequilibrados? Fatiga, ansiedad, dolor… Por esta razón, tan simple como natural, restaurar el equilibrio es más que necesario. Hoy, cuando vivimos en un mundo lleno de contaminación, estrés y un uso a veces desmedido de dispositivos…
Beneficios del Grounding: mucho más que un simple paseo por la tierra
El grounding es más que andar por andar. Tiene beneficios que, además (si eres reacio a creer en ello), están respaldados por la ciencia. Uno de los principales es la capacidad de reducir la inflamación del propio cuerpo. Una inflamación que también se ha reconocido como una de las causas de muchas enfermedades.
Caminando descalzo, entramos en contacto con la tierra, los electrones fluyen por el cuerpo, en un claro efecto antioxidante, algo que ayuda a neutralizar radicales libres.
Además de la inflamación, también está asociada con la regulación del sueño. Esta práctica tan antigua como el propio hombre es capaz de regular los ritmos circadianos y hacer que dormir sea un verdadero placer.
Por último, reduce los niveles del cortisol y activa el SNP o sistema nervioso parasimpático, el que nos relaja y nos da la calma que necesitamos para vivir de manera plena y feliz.
¿Cómo puedes practicar el Grounding?
Si no tienes un parque cercano o una playa, también es posible hacerlo. En ambientes más urbanos, por ejemplo, se puede recurrir a alfombrillas conductoras. Obviamente, nunca será igual, pero sí que es mejor que no hacerlo.
Además, cabe citar que hacer grounding no solo tiene que ver con los pies. Se puede conseguir tocando el agua, sintiendo el flujo o incluso simplemente sentándose en una superficie natural como una roca.
Se recomienda hacerlo un mínimo de 20 minutos al día, aunque por poco tiempo que tengas, con pocos minutos podrás notar beneficios. Si estás empezando o quieres comenzar, se recomiendan sesiones cortas de unos 5 minutos para ir, poco a poco, sumando minutos de vida y salud.
La ciencia que se oculta detrás del Grounding
Estos estudios son bastante recientes y algunos, según la ciencia más ortodoxa, no dan un análisis total. Sin embargo, hay estudios como el publicado por el Journal of Environmental and Public Health en 2012 que mostró que las personas que practicaban grounding decían tener una significativa reducción del dolor y la inflamación, así como mejoras en su bienestar general.
Otros estudios han sugerido que el grounding podría tener un efecto favorable sobre los problemas del sueño e incluso en un clásico de las personas mayores, la tensión arterial.
Es momento de volver a conectar con la Tierra. Si nunca has probado el grounding, tal vez sea el momento de salir al aire libre y dejar a tus pies la libertad que merecen.