Cuando hablamos de reciclaje, muchos pensamos en “lo típico”, separar envases de papel o de vidrio, en cada contenedor. Pero lo cierto es que el reciclaje que todos conocemos tiene un límite, y es que no todos los plásticos pueden ser reutilizados al menos de manera fácil.
La parte de ellos terminan en vertederos o en incineradoras, es decir, contaminando. Y aquí entra en juego algo importante, el reciclaje químico, que es una alternativa que va mucho más allá del típico contenedor amarillo y que busca devolver a práctico su origen esencial, es decir, su origen molecular.
¿Qué es el reciclaje químico y por qué es tan importante?
A diferencia del reciclaje mecánico, que simplemente lava, tritura y vuelve a moldear el material, este tipo de reciclaje descompone a los plásticos en los componentes básicos mediante un proceso, pirólisis, despolimerización y la gasificación. Así es como se extienden moléculas simples, moléculas que sirven como materia prima para crear nuevos plásticos o incluso nuevos combustibles. En otras palabras, son capaces de hacer de un residuo un recurso. ¿Y por qué es tan importante? Porque el consumo de plásticos cada día, por desgracia, sigue creciendo.
Solo en Europa, más del 40% de plásticos desechados acaba en vertederos. En España la cifra es todavía peor y es que supera el 60%. Hoy solo una fracción pequeña se recicla de forma efectiva. Y esto no solo es un desperdicio de recursos, también un problema ambiental, que traduce en contaminación, emisiones de CO2 y en microplásticos, microplásticos que hay hasta en mares, en peces que luego nos vamos a comer.
El avance en Andalucía, Solucar y Solver Recycling.
Un ejemplo que demuestra cómo el reciclaje químico es posible y una buena solución es el acuerdo que ha habido entre el reciclado Solucar y la empresa Solver Recycling en Andalucía. Ambas compañías se han unido para instalar en Huelva dos tipos de plantas de tratamiento pirolítico que pueden llegar a procesar, para empezar, 6.000 toneladas al año y tienen planes de llegar mucho más lejos.
Tienen planes de llegar hasta los 100.000 toneladas en pleno rendimiento. Son plantas que usan una tecnología modular que convierte estos tipos de residuos plásticos en combustibles sintéticos, como puede ser el gasóleo o la nafta.
Ambos listos para usar de manera comercial y es un cambio de paradigma total ya que lo que antes se consideraba basura, ahora se puede transformar en energía y materia prima. Es decir, puede tener una segunda vida.
¿Cuáles son las limitaciones y los retos de este tipo de reciclaje químico?
No todo es tan fácil, es que el reciclaje químico es más caro que el reciclaje tradicional y tiene barreras tecnológicas. Separar los plásticos mezclados, la presencia de aditivos, tintes y contaminantes y el alto consumo energético son los principales retos. Además, para que esto tenga éxito se necesita buena recogida y clasificación previa, es decir, inversión y una normativa clara que pueda apoyar esto.
¿Otro reto? La percepción social.
Muchos consumidores piensan que separando los plásticos en el color amarillo se recicla como por arte de magia, cuando la realidad es muy diferente. El reciclaje químico puede ayudar, pero no es una excusa para seguir consumiendo plástico de un solo uso sin control alguno como seguimos haciendo todavía.
¿Y qué hacer?
El código de identificación de plásticos es una de las ideas que podemos tener en cuenta. Este código clasifica los diferentes polímeros y sigue siendo algo clave para mejorar la eficiencia de estos procesos. Es decir, cuantos más homogéneos y limpios sean los recursos, más rentable será su reciclaje.
Y es que no, el reciclaje químico no es una moda, es una necesidad.
Con un planeta que está saturado y cansado de plásticos y un modelo económico que todavía depende de estos materiales desechables, transformar cada residuo en recursos es algo difícil. Lógico y necesario. Así, proyectos como el Solucar o Solar Recycling muestran que la tecnología está aquí. Ha llegado para quedarse y replantear las maneras que tenemos de hacer las cosas.