En muchos de nuestros cultivos, encontrar el equilibrio entre la luz y la sombra determina el éxito de la cosecha. Por ello, desde tiempos inmemoriales, hemos usado techos y toldos en algunas de nuestras siembras, buscando dicha moderación. Hoy, este concepto se moderniza con los toldos fotovoltaicos retráctiles: agrivoltaica 2.0 para proteger cultivos sensibles.
Los romanos aprendieron a usar las velarias, grandes telas de lino o algodón, para proteger sus cultivos y jardines de terrazas del sol implacable del Mediterráneo. El sistema usado era tan simple como eficiente: desplegar y recoger una cubierta de tela para controlar la luz y el calor. Las poleas le permitían mover toldos pesados con el mínimo esfuerzo físico.
Mucho tiempo después, en el siglo XIX, en el norte de Europa las clases pudientes combinaron techos de vidrio y toldos en sus invernaderos. Eso les permitió dar sombra a sus plantas exóticas, mientras atrapaban el calor de los rayos del sol en el interior.
Ahora nos planteamos dar un nuevo salto. ¿Por qué simplemente reflejar la luz solar con los toldos, cuando podemos atraparla y convertirla en electricidad? ¡Esto sería agrivoltaica 2.0 con esteroides!
Toldos fotovoltaicos retráctiles
El principio usado por los toldos fotovoltaicos retráctiles es simple y elegante: convertir estas cubiertas en paneles solares plegables. Luego, actúan como un toldo tradicional: se despliegan en las horas punta de insolación para proteger cultivos sensibles. Cuando lo hacen, generan electricidad empleando pequeñas celdas solares que tienen incorporadas. De esta forma, la luz de sol que no llega a los cultivo se usa para generar energía eléctrica.
La electricidad generada por estos techos plegables es almacenada, y luego usada para alimentar sistemas de bombeo solar usados para el riego. Y para mantener funcionando los sensores y accesorios que controlan los cultivos. ¡Un círculo virtuoso casi perfecto! Por supuesto, en esta propuesta no empleamos las placas solares tradicionales, cuyas celdas fotovoltaicas se montan sobre paneles muy rígidos. En su lugar se emplean paneles solares orgánicos impresos, una novedosa tecnología a la cual ya le dedicamos un artículo en nuestro portal. En palabras simples, se emplean tintas especiales a base de polímeros orgánicos en lugar de celdas, que se imprimen sobre algún tejido fuerte como la lona. ¡Así la propia cubierta plegable se transforma en un panel solar!
Pero… (y siempre hay uno). El escepticismo asalta cuando se considera la complejidad mecánica. Desplegar y plegar diariamente los toldos fotovoltaicos retráctiles sobre los cultivos multiplica la posibilidad de que ocurran fallas en las bisagras y los conectores eléctricos. Por no considerar lo que implica que la impresión a base de polímeros se deforme constantemente durante este proceso, disminuyendo su vida útil.
Hay que tener un exceso de optimismo para pensar que una tecnología con esta característica pueda aplicarse actualmente en los pequeños cultivos. Su complejidad de funcionamiento y los costos asociados pueden ser cubiertos por quienes cultivan obteniendo apenas algún margen de ganancia. Por ahora, solo queda al alcance de los grandes productores.
Sin embargo, es imposible no sentir un pulso de esperanza. Esta tampoco es una megainfraestructura que requiera desplegar miles de hectáreas de silicio. ¡Y es modular y escalable! Un mediano o gran agricultor puede empezar con uno o dos toldos, probando. Ver si su cultivo responde bien a esa sombra dinámica, si los números salen. Es tecnología que se doblega a la sabiduría de la tierra, y no al revés.
Quizás, en algunos años, cuando los toldos fotovoltaicos retráctiles evolucionen y se hagan más económicos y fiables, nos preguntemos: ¿por qué no habíamos hecho esto antes? Quizá porque a veces las soluciones más poderosas son las que están, literalmente, delante de nuestras narices. O, en este caso, sobre nuestras cabezas, generando sombra sobre nuestros cultivos.
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