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Home Economía

Redes de calor y frío de quinta generación

Climatización circular para ciudades densas.

by Pedro Acosta
19 de septiembre de 2025
in Economía
Redes de calor y frío de quinta generación

Caminamos por nuestras ciudades en verano y es como adentrarse en un horno. El asfalto irradia, el aire acondicionado gotea de manera obstinada desde cientos de fachadas. Es el paisaje de una batalla perdida, un sistema de climatización del pasado siglo luchando—y fracasando—contra los desafíos del siglo presente. Para nuestra fortuna, ya se están desarrollando las redes de calor y frío de quinta generación, que permiten enfriar y calentar nuestras urbes sin consumirlas vivas.

Desde la revolución industrial hemos afrontado la necesidad de acondicionar nuestros ambientes a energía bruta. Los sistemas pasivos usados durante siglos quedaron relegados por tecnologías de aclimatación activas. Que fuesen poco eficientes, que usaran componentes contaminantes o grandes derrochadoras de energía, lo dejamos pasar bajo la mesa.

La guinda del pastel la colocamos al dejarnos llevar por el egoísmo. Que cada quien resolviera su necesidad, de forma aislada, fue la consigna. Trabajar con un servicio centralizado de climatización, similar a lo que hacemos con el agua y la electricidad, ni nos pasó por la cabeza.

Redes de calor y frío de quinta generación

Estas redes de calor y frío de quinta generación, también son conocidas como redes de energía anidada o redes de energía de baja temperatura. Se distinguen de sus predecesoras por su enfoque bidireccional, que les permite tanto dar como recibir calor. ¡Son redes interactivas y flexibles!

Estas redes operan a baja temperatura (10°C a 25°C), generalmente igualando la temperatura del subsuelo. Esta agua circula por las calles de la ciudad, igual que lo hace la red de agua potable y la de gas doméstico. Y cada edificio que se conecta a dicha red tiene su propia bomba de calor compacta, que actúa como un traductor de energía. ¡Y allí se produce un trueque de energía térmica!

En invierno, el sistema extrae ese calor sutil del agua para calentar el edificio; en verano, hace lo inverso: vierte el calor sobrante del interior en esa misma red. La belleza está en el intercambio. El calor que una oficina expulsa un día tórrido de verano es el mismo que una comunidad de vecinos puede usar para calentar el agua sanitaria en invierno.

Para darle mayor sostenibilidad a esta tecnología, generalmente se recurre a las turbinas fluviales de bajo caudal. Estas aprovechan esos pequeños ríos urbanos, canalizados, a veces casi olvidados, como la fuente que alimente todo el sistema. Proporcionan la electricidad renovable y local para hacer funcionar las bombas de calor y los circuladores de la red.

Luego, tal como lo hacían los molinos de antaño, aprovechamos un flujo que ya está ahí, pero con una tecnología de nuestro siglo. Es cerrar el círculo de manera elegantísima: el río ayuda a regular la temperatura de la ciudad que creció a sus orillas.

Claro, el escepticismo es natural. Suena a proyecto costoso, de esos que se anuncian con pompa y no se ejecutan. Requiere planificación, acuerdo público-privado, una visión a largo plazo que a veces escasea en el cortoplacismo de la política municipal. Pero los ejemplos de redes de calor y frío de quinta generación en el norte de Europa—en Ámsterdam o Lund—demuestran que no es una quimera.

Y ahorran dinero y emisiones a lo grande. La inversión inicial es alta, sí… pero ¿acaso no lo es seguir comprando gas de dudosa procedencia geopolítica mes tras mes? Es una cuestión de prioridades.

Al final, se trata de pensar de otra manera. De dejar de ver los edificios como fortalezas energéticas aisladas—cada uno con su caldera ruidosa y su split gritando—y empezar a verlos como un ecosistema interconectado. Las redes de calor y frío de quinta generación son la columna vertebral de ese nuevo metabolismo urbano.

Un sistema que es, en esencia, humilde: aprende de la tierra, aprovecha lo que tiene a mano (un río, el calor residual de un supermercado, el subsuelo) y lo comparte. Frente a la climatización egoísta, la climatización circular. Frente al ruido, un susurro constante bajo el asfalto. No es una revolución vistosa, pero quizás por eso mismo… es la que de verdad podría funcionar. ¿Estamos dispuestos a escucharla?

Imagen propia

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