Durante gran parte de nuestra historia, construimos las edificaciones principalmente con aquellos materiales que nos ofrecía el entorno: madera, piedra y tierra. Luego de la revolución industrial, el hormigón y el acero comenzaron a dominar el paisaje urbano, relegando a segundo plano los materiales locales. Sin embargo, una nueva tendencia constructiva nos propone el uso de materiales naturales y técnicas ancestrales adaptadas al siglo XXI: la bioconstrucción.
¿Qué conocemos como bioconstrucción?
La bioconstrucción es una filosofía constructiva basada en el respeto al medio ambiente y a la salud de los usuarios. Adicionalmente, usa la bioclimatización para adecuar el interior de las edificaciones, sin recurrir a los sistemas artificiales (aire acondicionado y calefacción).
La bioconstrucción emplea materiales locales y de bajo impacto ecológico, tales como madera, tierra, paja, piedra o cal. Estos sustituyen en considerable medida al acero, al hormigón y a los plásticos, permitiendo así reducir palpablemente la huella de carbono asociada al proceso constructivo.
La construcción con materiales naturales no es un nuevo concepto, ya que se basa en una reinterpretación y adecuación de los métodos constructivos empleados por nuestros antepasados. Ellos construyeron sus moradas y edificaciones de servicio con los materiales naturales que tenían a mano, desarrollando técnicas propias que eran pasadas de generación en generación. Y logrando edificaciones que se ajustaban perfectamente a las características climáticas propias de la zona o región.
Ventajas de la bioconstrucción
Es un hecho que la pérdida de la bioconstrucción y la sustitución por obras de acero y hormigón es lo que ha unificado nuestros paisajes urbanos, haciendo perder su carácter local. Adicionalmente, esto ha generado la dependencia de los sistemas de climatización, que, además de acrecentar la huella de carbono del hogar, significa un notable aumento en el presupuesto correspondiente a los servicios energéticos.
Luego, la bioconstrucción nos ofrece mejorar la climatización de las viviendas con menor o nulo coste energético. Además, reduce la dependencia del cemento, principal material empleado en el hormigón, que es responsable de un alto porcentaje de las emisiones de CO₂.
Por otra parte, los materiales empleados suelen ser mucho más baratos y, en la mayoría de los casos, se pueden conseguir localmente. Incluso, algunos de ellos son de origen vegetal y, por ello, son recursos renovables. Otros, como la cal, tierra y piedra, pueden explotarse con una menor huella ecológica que en el caso de los materiales pétreos y el cemento.
Una ventaja adicional que ofrece la construcción con materiales naturales y técnicas ancestrales es que brinda un ambiente más saludable a los habitantes. Esto debido a que elimina el uso de algunos materiales tóxicos, tales como plásticos y pinturas sintéticas. Una característica que mejora la calidad de vida, especialmente para personas con alergias o sensibilidad química.
Materiales naturales, la vuelta a lo ancestral
La tierra y la piedra bruta son los caballos de batalla de la bioconstrucción. Se emplea en forma de tapial (tierra compactada), ladrillos de barro desecado al sol o en mezclas de arena, arcilla y paja. Igualmente destaca la construcción con entramado de madera y barro, conocida en Latinoamérica como bahareque.
La paja es igualmente un material de amplio uso, dado su economía y renovabilidad. Se emplea principalmente como aislante térmico, sustituyendo a los productos derivados de los hidrocarburos. También es usado como refuerzo en el tapial y en los ladrillos, dada su apropiada resistencia a los esfuerzos de tracción y corte.
La madera, gestionada de forma sostenible y tratada de forma natural, es aprovechada en la bioconstrucción. Y materiales derivados de productos nativos, como la cal y la arcilla, son empleados para elaborar revocos y pinturas naturales que transpiran, evitando humedades y mejorando la calidad del aire interior.
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